EN EL BURDEL
Moncho Alpuente / Público
07 oct 2012
“En este antro frecuentado por policías y guardias civiles…” Así
describía la corresponsal de un diario madrileño el “despacho” en el
que se gestaban los negocios de una trama de corrupción que implica a
empresarios y políticos gallegos del PP, del PSOE y del BNG. Con tan
selecta clientela, el burdel Queen’s tenía que ser sin duda
vigilado de cerca por las fuerzas del orden por si una de las “decenas
de mujeres sudamericanas de origen muy pobre” (sigo citando)
esclavizadas por un hospitalario proxeneta tuviese la tentación de
rebelarse y arañarle el rostro a uno de los empresarios o de los
políticos que gozaban de la protección del generoso anfitrión y mentor
de este peculiar foro de emprendedores. Hasta ahora resultaba
inquietante la frecuencia con la que aparecían miembros de las fuerzas
del orden como clientes asiduos de burdeles y puticlubs, cuando no como
trabajadores de la casa, palanganeros con placa fuera de sus horarios
laborales.
Hoy intuimos que estos sacrificados servidores de la ley estaban allí
haciendo horas extras, velando por la seguridad, ya que no por la
integridad, de empresarios, políticos y jueces, que de todo hay, o al
menos eso afirma el empresario de Lugo y jefe de la patronal mafiosa de
la zona, Jorge Dorribo, que incluye en su nómina al presidente de la
Audiencia de Lugo que pasaba por allí, por las inmediaciones del caso Carioca
una enredada trama sobre explotación sexual de mujeres y mafias
policiales. El interés extraoficial del juez Varela Agrelo por acceder
al sumario secreto del caso Campeón, una ramificación de la gelatinosa red, como el caso Pokemón
otro intercambio de cromos en el que participaba el exportero del
Deportivo coruñés Songo’o, presunto intermediario en un negocio en el
que implicó al juez, la construcción de una central eólica en Camerún,
la corrupción no conoce fronteras.
A estas alturas de la narración, entre cariocas, campeones y
pokemones, esclavas sexuales, proxenetas, policías y guardias,
empresarios, jueces y porteros de fútbol interesados por la energías
alternativas, el lector y el autor nos encontramos metidos en un jardín,
un laberinto que parece diseñado por un guionista friki de
televisión adicto a los alucinógenos. Sirvamos el postre: La relación
entre el empresario Dorribo y el juez Varela podría haber tenido como
escenario el refinado marco de un club gastronómico ‘Acción &
Klasse’ creado por el propio Dorribo para relacionarse con los tres
pilares de la trama, el poder político, el poder económico y el poder
judicial. Varela Agrelo figura como uno de los cuarenta padres
fundadores del suculento club. Durante los selectos banquetes de trabajo
se supone que policías y guardaespaldas se tomaban el rancho de la
tropa en la cocina mientras se guisaba el condumio.
Pero no todo son sombras en el paisaje policial, la desmedida
actuación de los antidisturbios en las concentraciones de septiembre
junto al Congreso mereció del gobierno de la nación las calificaciones
de “extraordinaria, espléndida, brillante y ejemplar” y hubo incluso
reparto de medallas. El archivo de la causa contra los promotores de la
manifestación del 25-S con las acotaciones del juez Pedraz sobre la
“convenida decadencia de la denominada clase política” ha caído como una
pedrada entre las filas gubernamentales que han reaccionado con
algaradas verbales de madrugadores portavoces cantamañanas. El vocero
mayor del PP, Rafael Hernando, ha hecho honor a su cargo pronunciándose
de forma contundente contra el archivo ordenado por un “pijo ácrata”
instalado en la Magistratura. “No es que lo sea –matizó después– pero ha
actuado como si lo fuera”. Entre pijoácratas y perroflautas el PP se siente rodeado y se apresta a la lucha con el lema de: Ladran luego rebuznamos.
Mientras, la denominada oposición, igualmente afectada por la
convenida decadencia denunciada en el auto, prefiere no darse por
aludida y aprovechar la ocasión para cargar contra el gobierno. De la
decadencia a la irrelevancia no hay más que un paso y la denominada
clase política está muy cerca de darlo delegando sus poderes en la
denominada clase financiera. Del gobierno de las urnas al de los cajeros
automáticos.
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