Varias causas xudiciais abertas e centos de imputados e testigos chamados a declarar. Esa é a realidade desde hai anos na cidade de Lugo. En todas elas un denominador común: políticos e empresarios baixo sospeita de supostos delitos de corrupción. Na convicción de loitar contra o silencio, contra a omertá declarada ao respecto por algúns partidos, Esquerda Unida alza a voz para loitar contra esa lacra social que é a corrupción.

jueves, 2 de junio de 2011

''PASÉ NOCHES ENTERAS EN EL COCHE PATRULLA ESPERANDO A QUE MI JEFE SALIESE DEL BURDEL''

02/06/2011 - X.A. / El Progreso

Los jefes que fueron pasando por la Guardia Civil de Lugo desde principios de los 90 sabían de las presuntas irregularidades del cabo detenido en la operación Carioca. Así lo declaran dos de los compañeros más antiguos del guardia A.L.T., actualmente en la reserva, y que pasaron diez años bajo su mando en la unidad adscrita de la Audiencia de Lugo.

El testimonio más esclarecedor es el del guardia que acompañaba muchas noches a su jefe, quien nunca le daba cuenta de cuáles eran sus investigaciones y a qué iban a los clubes de alterne. De hecho, en el trabajo cotidiano de la Audiencia no había diligencias relacionadas con Extranjería, pero aún así A.L.T. pasaba noches enteras en los prostíbulos.

«Yo me quedaba en el coche patrulla muerto de frío, porque prefería no entrar, y a veces nos daban las siete de la mañana, hora a la que salía después de haberse tomado varias copas», declara el agente, el cual aseguró a la jueza que en diversas ocasiones comunicó lo que estaba sucediendo a sus superiores, en concreto al teniente coronel que había en aquella época, que no le hizo caso. «Es una bomba de relojería que va a estallar», les decía.

Este testigo ofrece una declaración judicial de unos 30 folios, donde recuerda varias operaciones de esos años, como por ejemplo el caso Gerino, del que dijo que A.L.T. habló con alguien para investigarlo, cuando ya la Policía lo había dejado de lado, y detuvo a varias personas en Viveiro sin permiso del juez que instruía la causa. «Cuando llegó con los detenidos le llamó la atención y los puso en libertad. Esto nos pudo costar la cárcel».

También recuerda por su gravedad el caso de un empresario acusado de violar a una chica. A.L.T. se reunió varias veces con este hombre y el testigo afirma que fue para cobrarle por modificar su declaración. Al final resultó absuelto. También quiso regalarle a él unos relojes, que rechazó.

Avisado

El guardia civil explica que A.L.T. se llevaba muy bien con un juez (que declaró también en esta causa) porque iba con él de cacería y habitualmente le regalaba liebres o truchas. Otros magistrados sospechaban de sus andanzas, sobre todo porque se corrió el rumor de que A.L.T. decía a las personas que supuestamente extorsionaba que los regalos eran para los magistrados, dijo.

El más molesto con el cabo era el propio presidente de la Audiencia por entonces, hoy fallecido. El declarante tiene constancia de que en varias ocasiones pidió que se retirase al cabo de su puesto en el máximo tribunal lucense, pero el teniente coronel de la comandancia en los años 90 «no le hizo ni caso».

«Tenía el pleno apoyo de los jefes, algo que yo no entendía, porque si luego yo o un compañero metíamos mínimamente la pata en algo, entonces nos crujían», relata, al mismo tiempo que recuerda que A.L.T. siempre iba a todas las comidas y muchas veces acompañado por esos mandos.

Otro de los detalles que recuerda con asombro es que un día, realizando una inspección en el Luxor, pidió el libro de registro de personas al encargado y éste le dijo que lo tenía A.L.T. en su casa.

«No investigaba nada, lo único que hacía era tomar copas», recuerda. En otra ocasión, una de las pocas que el declarante entró en un club «porque estaba dolido», relata cómo pasó varias horas hablando con una chica en una habitación, mientras el cabo estaba con otra al lado «manteniendo relaciones sexuales». «Irrumpió en nuestra habitación con la intención de tener una juerga y yo le dije que no me iba eso y me marché para el coche. De aquella abusa mucho del alcohol», añade.

El otro agente adscrito en los 90 a la Audiencia ratifica en lo fundamental la declaración de su compañero, aunque conoce menos los hechos porque él se negaba a ir de noche con el cabo.

Sí recuerda que las «cacicadas» de A.L.T. eran habituales y que en la comandancia eran conocidas. Entre los detalles que ofrece en su testimonio hay uno que le molestó especialmente. Se trató de una investigación en Meira, tras la muerte de un hombre. El juez y el secretario estuvieron presentes en un registro en su negocio y, al acabar, A.L.T. se quedó con las llaves. «Yo bajé a Lugo a la comisión judicial y cuando volví resulta que mi jefe había inspeccionado otra vez por su cuenta el local. Después la familia del fallecido protestó porque había echado en falta dinero que el hombre tenía guardado».

«Le aconsejé muchas veces que no se metiera en líos, que anduviera por el camino de la verdad», pero él presumía de «saber bien lo que hacía», dijo.

«Problemático, pero el primero en echarte un cable»

Ambos agentes confiesan haberlo pasado mal trabajando al lado del cabo detenido. Los dos coinciden en que casi nunca había informes porque decía que lo «tenía todo en la cabeza», aunque creen que era por «vagancia». Recuerdan que muchas mañana no aparecía a trabajar.

Sin embargo, uno de ellos dice que «tenía buen corazón. Si tenías un problema siempre se ofrecía para echarte un cable o era el primero en apuntarse para donar sangre», quizá por eso «estaba bien visto y tenía el apoyo del mando». «Como investigador era bueno si quería trabajar, él sabía hacerlo», añadió el testigo.

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